sábado, 26 de febrero de 2011

#75

Nacemos, crecemos, cumplimos años. Pasamos a contar la vida con el 2 delante, y sonreímos para levantarnos. Atrás, empujándonos tenemos personas y canciones, que abrazan, te hacen saltar, te agarran si te caes, e incluso te levantan. Te animan, te hacen llorar y recordar. 
Yo no soy nada sin ellas (ni ellos)... No soy capaz de poner la fecha a la primera vez que deje un poco de mi en una canción, puede que ni siquiera fuera consciente cuando lo hice, que fuera una enana que le gustaba corretear y toquetear las cintas de cassette de mi hermano. No soy buena situando fechas pero si nombres de los que hacen canciones y de los que con el paso de los años me han ido llevando de un lado a otro y colocando en cada sitio. Estoy enganchada a esto, a la música, ella me ha dado mucho de lo que soy y a veces me asusta pensar que no soy capaz de devolverle ni la mitad de lo que he ganado desde que, de forma inconsciente, puse parte de mi en ella. Porque creo en ella, creo en el arte de hacer canciones, tocar un instrumento y ponerse delante de dos, cien, trescientas o mil personas. Creo que es sano sin entrar en las discusiones sobre la comercialidad, la calidad o la piratería y las discográficas. No quiero hablar de eso, o al menos, no quiero hablar de eso hoy.
Tenemos la suerte de que ahora tenemos al alcance de un solo "click" lo que hace el que sale en los 40 y lo que hace el vecino del quinto. Es una suerte. Yo me empecé a alimentar de grupos que usaron Myspace como fuente de distribución, y con algunos he crecido. Me puedo poner a buscar antiguos CD's y encontrar maquetas de grupos que ahora llenan el palacio de los deportes. He crecido viendo como pasábamos de los cassettes a los CD's y de estos a los mp3; y sin embargo hay algo que no ha cambiado. La música en directo.  He podido estar en conciertos de cincuenta personas (o menos), con su encanto; en eléctrico y acústico; me he paseado por las salas con mas renombre de la capital; he estado en Las Ventas, el Palacio de los Deportes se convirtió en un tiempo como una constante y he hecho carretera por ver a personas. Ya sé lo que es estar de festival; sé lo que es sentir toda una masa de gente detrás de mi y sé lo que es sentirte parte de esa masa. He llorado con los primeros acordes de ESA CANCIÓN; he saltado como si no hubiera mañana con los de esa otra; hasta sé lo que es que esa persona a la que coges cariño después de tanto tiempo en ésto te dedique una canción encima de un escenario (montado en el patio de tu colegio). ¿Como no voy a querer vivir de esto si estoy enganchada?. Hace poco (o no, no lo sé) me dijeron que has crecido cuando ya no te preocupa ver un concierto desde la primera fila y te quedas en la quinta, en la décima, o donde buenamente puedas colocarte cuando llegas, ya sin pasar horas delante de la puerta del recinto... Añado que creces cuando dejas de llorar en casa cuando tus padres no te dejan ir a ver a X al pueblo de al lado o cuando sabes que no puedes entrar a un concierto porque la normativa de Madrid prohíbe la entrada a los menores (cosa que llegué a odiar hasta puntos insospechados y que ahora casi olvido). No lloras aunque estés en casa perdiéndote algún concierto porque ahora eres tu misma/o quien se costea entradas, quien tiene que dedicar horas a trabajos de la facultad o la/el que empieza a posicionar prioridades. Y aun así te puedes pasar las horas planeando el siguiente, consultando cada novedad en el cartel de ese festival al que tantas ganas tienes de ir...
Rulo cantaba eso de "nena, esto es rock'n'roll, habértelo pensao' mejor". Y tengo que decir que después de todo elegí bien. Elegí bien la primera vez que dije quiero ir a ese concierto, y a ese otro... a ese del que me compré las entradas casi un año antes... y a todos los que he ido con prisas comprando las entradas el mismo día. Hace unos años tenia escrito en mi myspace (bastante curioso, por cierto) que una de mis aficiones era comunicarme desde la primera fila con los cantantes que estaban ahí arriba. Que grupie. Lo pienso y al final es lo mismo que sigo haciendo. Y me gusta. Es curioso, recuerdo aquel que me señalo, aquel que me canto, aquel que se acerco con el micrófono y le falto subirme al escenario porque era la única allí que cantaba algo. Y ahora seguimos sonriendo, seguimos recordando y ese que llenaba las paredes de mi cuarto, siempre me saluda esté donde esté (bueno, lado derecho, delante de los altavoces...). 
Y sé que después de todo, hay gente que no lo entiende. Hasta mi familia se preocupa por mis tímpanos, que creen que estallaran en una de esas noches en que digo "Me voy a ver a...". Otra se engancha conmigo, y por supuesto, luego están las chicas de las canciones que pasan de estar dentro de esto, a ser parte de mi. De mi día a día. De las que alimentan la ilusión y las ganas de seguir en esto; de las que siempre están para agarrarte la mano en esa canción y gritar ese verso que creíamos que ellos nos escribieron... Si hasta el señor Pozo habla de nosotras, de las que conocemos a los grupos antes de que suenen en la radio, y han visto a ese de pitillos negros, barba y sombrero como desenchufaba la guitarra y la guardaba en la furgoneta, donde ellos hacen carretera... 

"Las fans de antes estaban en tu mismo planeta. Se conocían TODAS las canciones que habíais sacado y te llamaban por tu nombre. No se les caían los anillos a la hora de dejarse engatusar por ti en la barra del bar cutre en el que acababais de tocar, incluso habiéndote visto hacer algo tan anticlimax y antiglamour como recoger tu equipo y cargarlo en la furgo. Ellas estaban ahí cuando el resto del mundo os ignoraba olímpicamente. Ellas os dieron a conocer…"

Y como yo lo único que hago es parafrasear, irme por las ramas y recordar lo que ha sido la música para mi en estos veinte años... El puede hablar mejor (o cantar). El, que es el hombre que me rompió todos mis esquemas y me enamoro sin remedio (y lo sigue haciendo cada vez que le escucho). 


"De aquí p'allá colecciono recuerdos, tu cuéntame ¿cómo es tu vida?"

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